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Sobre la Plaza Mayor se extiende la sombra de esta elegante torre, que forma parte de la vida pública chiclanera desde hace siglos.

Chiclana de la Frontera, importante campo de batalla durante la guerra de la Independencia, es un conocido destino turístico que esconde rincones espectaculares.

A través de una ventana en el atrio de este elegante convento del siglo XVII, las monjas de clausura venden sus deliciosos dulces, como las tortas de almendra.

Sobre la Plaza Mayor se extiende la sombra de esta elegante torre, que forma parte de la vida pública chiclanera desde hace siglos.

Chiclana de la Frontera, importante campo de batalla durante la guerra de la Independencia, es un conocido destino turístico que esconde rincones espectaculares.

Diseñada por el arquitecto que ideó la catedral de Cádiz, esta iglesia parroquial neoclásica tiene tres techos abovedados y numerosos lienzos barrocos.

A través de una ventana en el atrio de este elegante convento del siglo XVII, las monjas de clausura venden sus deliciosos dulces, como las tortas de almendra.

Chiclana de la Frontera, importante campo de batalla durante la guerra de la Independencia, es un conocido destino turístico que esconde rincones espectaculares.

Sobre la Plaza Mayor se extiende la sombra de esta elegante torre, que forma parte de la vida pública chiclanera desde hace siglos.

A través de una ventana en el atrio de este elegante convento del siglo XVII, las monjas de clausura venden sus deliciosos dulces, como las tortas de almendra.

A través de una ventana en el atrio de este elegante convento del siglo XVII, las monjas de clausura venden sus deliciosos dulces, como las tortas de almendra.

Diseñada por el arquitecto que ideó la catedral de Cádiz, esta iglesia parroquial neoclásica tiene tres techos abovedados y numerosos lienzos barrocos.

Diseñada por el arquitecto que ideó la catedral de Cádiz, esta iglesia parroquial neoclásica tiene tres techos abovedados y numerosos lienzos barrocos.

A través de una ventana en el atrio de este elegante convento del siglo XVII, las monjas de clausura venden sus deliciosos dulces, como las tortas de almendra.